Tengo bastante olvidado el blog, por falta de tiempo y mi propósito de escribir una entrada al mes, se ha quedado en nada. Pero me resisto a abandonarlo y a no contar algunas de las cosillas que vamos haciendo en clase. Aprovecho ahora que tengo un hueco para hablar del «viaje a Máthisiland» que estamos haciendo en 2º de ESO. Quien quiera unirse a la aventura que abroche su cinturón que seguridad que en tres, dos, uno… ¡Despegamos!
¿Qué es esto de Máthisiland?
Máthisiland mapa
Sí, quizás debería empezar a explicar qué es Máthisiland y por qué viajamos allí.
«Máthisi» que viene del griego y significa ‘aprendizaje’ y «land» del inglés y cuyo significado es ‘tierra’, forman el neologismo «Máthisiland», que es el nombre que se me ocurrió darle a un supuesto país al que íbamos a viajar durante todo este curso en 2º de ESO. La idea era trabajar por proyectos y, aunque no son propiamente proyectos lo que estamos haciendo, sí es un inicio y un intento para empezar a trabajar de una forma diferente y con otras metodologías más activas. Y lo más importante… el libro de texto lo hemos dejado aparcado. Eso de llegar a clase diciendo: «¡Abrid el libro por la página…!» pasó a la historia. Al principio da un poco de vértigo (antes había trabajado sin él determinados contenidos, pero no todo), aunque rápidamente me acostumbré y mis compañeras de 2º y yo estamos elaborando los materiales a nuestro aire.
Organización
Proyecto 3
Para dotar de cierto orden a lo que estábamos haciendo, decidimos hablar de proyectos (que ya he dicho que no son exactamente eso) y de organizar los contenidos en seis proyectos, dos cada trimestre. En cada uno de estos proyectos incluimos contenidos de los cuatro bloques que marca la ley e intentamos que tuvieran una conexión entre ellos. Eso lo conseguimos con la elaboración de un producto final que, aunque no hemos sido capaces que tenga que ver con todos los contenidos del proyecto, sí tiene que ver y se ponen en práctica bastantes de ellos. Así los proyectos quedaron de la siguiente manera:
Proyecto 1: El producto consistía en crear un avatar que los representara y que fuera el que, como representante de los alumnos, realizara el viaje a Máthisiland.
Proyecto 2: En esta ocasión debían realizar una conferencia en la que sus avatares hablaran de Máthisisland, de cómo era, de lo que allí habían encontrado…
Proyecto 3: Una vez llegados a Máthisiland, tendrían que intentar conocer la lengua que hablan allí e inventar un minidiccionario de palabras y expresiones aceptadas por la Real Academia mathisilandina.
Proyecto 4: Impresionados y admirados por la maravillosa tierra de Máthisiland, los alumnos querrán que más gente venga a conocerla y de ahí que tengan que crear un folleto publicitario.
Proyecto 5: El hallazgo de Máthisiland y el haber conocido este lugar ha sido tan emocionante, que realizaremos una cápsula del tiempo donde incluyamos mensajes para la posteridad, cartas, notas, poemas… propios de Máthisiland y creados por los alumnos, ya como expertos en esta tierra.
Proyecto 6: Para finalizar, los especialistas en Máthisiland, tendrán que dotarla de una gramática, al estilo de la Gramática castellana, de Elio Antonio de Nebrija.
Algunas cosillas más…
Además de todo esto, estoy intentando fomentar más el trabajo por parejas y en grupos. También estoy tanteando el plantear actividades en forma de retos y ya han tenido que ayudar a Blanca a escribir un pequeño discurso motivacional para el grupo de personas que está a su cargo en su nuevo trabajo; han firmado un contrato de trabajo nada más y nada menos que con Lope de Vega, para ayudarle con unos versillos; o van a tener que redactar una instancia para solicitar de manera formar que su profesora de Lengua (es decir, yo) les ponga un diez en esa actividad.
Lo visual sigue teniendo un lugar importante en clase y han tenido que elaborar cartas de una baraja visual con algunos de los conceptos que hemos trabajado; los índices de contenidos de cada proyecto son mapas de la isla de Máthisiland, planos de la ciudad, planos de las paradas del metro, etc.
Proyecto 3
Al finalizar cada proyecto se hacen conscientes de todo lo que han aprendido con la elaboración de un «diario de aprendizaje».
Desarrollan la expresión escrita con la elaboración de definiciones con la «Definición de oro» o con la creación de varios hilos de Twitter (analógicos) que iniciamos a partir del tweet de un muy interesante y divertido hilo de Germánico @elbardodelmetal.
Hilos de Twitter
Continúan expresando sus emociones y conociéndose con el #anticuaderno.
Anticuaderno.
Sigo contando historias al principio de la clase.
Y la creatividad sigue siendo la bandera que enarbolo todos los días. Porque la creatividad nos lleva donde la realidad no puede llevarnos. Porque la creatividad ayuda a desengrasar todos los engranajes de nuestra mente. Y nos ayuda a plantear soluciones distintas a los problemas de nuestra vida y a que esta tenga otro color
Hace tiempo que quería escribir este post, pero por una cosa u otra, voy dejando el blog aparcado y relegando escribir en él en favor de otras tareas. Este curso me marco como meta intentar escribir con más frecuencia de la que lo suelo hacer, ojalá un post al mes. Pero de lo que venía a hablar no era del blog, sino del poder de las historias.
Desde hace ya tres cursos empiezo mis clases en la ESO contando una historia. Al principio sólo era algún día a la semana y lo combinaba con acertijos, adivinanzas… Pero por demanda de mis alumnos y, por qué no decirlo, por gusto propio, lo he convertido en una costumbre diaria.
Mi rutina
Cuando llego a clase, tras dar los buenos días y soltar mis bártulos tengo por costumbre escribir la fecha en la pizarra y la planificación de lo que vamos a hacer ese día:
Historia.
Anticuaderno.
Doblajes de vídeos.
Actividades de expresión oral.
Me gusta no especificar todo lo que haremos, poner nombres curiosos a las actividades, no decir el título de la historia o cambiarlo por uno menos evidente… en definitiva, crear expectativas en mis alumnos. Y la verdad sea dicha, funciona. Desde que pongo lo que vamos a hacer escucho comentarios sobre qué será esto o aquello o de qué tratará la historia o por qué no tiene título… Otras veces se animan a hacer los comentarios en voz alta y es una bonita manera de comenzar, sin prisas, relajados, charlando tranquilamente.
Imagen libre de derechos tomada de Pixabay.
Es una rutina que me gusta y que creo que a ellos también. Y el hecho de «saber» qué vamos a hacer los sitúa en la clase y no se sienten perdidos. Tengo que decir que sigo manteniendo esta costumbre gracias al comentario espontáneo de una alumna de 2º de ESO (ya en 2º de Bachillerato) sobre «lo que le gustaban mis clases porque estaban organizadas». Que un alumno te diga eso y más uno de 2º, con 13 o 14 años… es una valoración de las que hay que tener en cuenta sí o sí.
Las historias
Pero, bueno, vuelvo al tema del que quería hablar: las historias. He descubierto el poder tan grande que tienen en los adolescentes (en general en todos los seres humanos). Desde niños nos cuentan cuentos que nos encanta escuchar una y otra vez. Cuentos con los que disfrutamos y nos sentimos identificados. Historias que, al llegar a una edad, dejan de interesarnos. Y es una pena porque nos perdemos tanto…
Mi amor por las historias, de forma directa o indirecta, se lo debo a tres personas: a mi abuela, mi Miqui, que cuando venía a Sevilla y nos encontrábamos, me contaba y me cantaba historias. A mi madre, que desde muy pequeña me acercó al mundo de las historias creando en mí afición por los libros y mi vocación de filóloga. A mi profesora de 2º y 3º de BUP de Literatura, Mª Ángeles Guerrero, quien me descubrió a autores que no conocía y fomentó mi lado creativo, me incitó a escribir.
Historias. De una forma u otra.
Las historias forman parte de nuestra esencia, están en nuestro ADN. Ya lo dijo Galeano «Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias».
El proceso
Tengo que decir que desde el primer día que cuento una historia la actitud de mis alumnos no es la misma. Al principio les gusta la idea de perder un rato de clase. Esos minutos les saben a gloria por ser minutos robados a una asignatura que muchos detestan. (Es una pena, pero eso será motivo para otro post)
Después, un día, una historia cualquiera, capta su atención. No es el mismo día para todos. ni la misma historia, pero en unas semanas están todos enganchados y entonces, comienza lo bueno: empiezan a cuestionar el contenido de las historias. Hacen preguntas sobre estas. Empieza a funcionar su imaginación y se plantean la credibilidad de estas: «¿pero eso ha pasado de verdad?», «Sí, claro, los animales no hablan»…
Damos un paso más y exigen una explicación: «¿por qué el final es así?», «¿qué significa la historia?»… Finalmente se genera la magia y surge el debate, son capaces de aplicar las historias a sus vidas, las entienden, las hacen suyas y… aparece el brillo en las miradas, las sonrisa de complicidad cuando la identificación con la historia la puede entender mi amigo/a, el compartir lo que una vez les ocurrió… ¡Es maravilloso! A partir de ese momento las historias se convierten en algo imprescindible en sus vidas y en mis clases.
¡Ay de mí si algún día les digo que olvidé preparármela!
Imagen libre de derechos tomada de Pixabay
Gustos y selección
Para continuar, me gustaría hablar sobre cómo realizo la selección de las historias y sobre las que más gustan a mis alumnos.
El hecho de buscar historias, a priori puede resultar sencillo, para eso está Internet. Pero lo cierto es que no valen todas, no les gustan todas, no me gustan todas. Tengo varios libros de cuentos que utilizo y varias páginas de Internet de las que las saco. Elijo según mi estado de ánimo y según «flashes» que me vienen a la mente: ¿Por qué no busco historias o cuentos rusos?, ¿por qué no busco una historia que trate sobre la diversidad?, ¿por qué no…?
Una vez una alumna me dijo que les contara una historia de princesas. La búsqueda fue ardua. No quería algo convencional, la típica princesa con el típico príncipe. La encontré, aunque no la recuerdo. Ese es mi mayor problema. Imposible memorizarlas todas. Tengo una lista y, aunque busco algunas nuevas, voy tirando de las que están en la lista.
Están mis imprescindibles: los peces koi, Momotaro, Marama y el río de los cocodrilos, el aquero y la pulga… Estas no fallan, siempre gustan y si encima añado un poco de teatro y tensión dramática al contarlas… Es un momento indescriptible.
Las que más les gustan son las de amor (cómo no), las que tienen moraleja (al final a casi todas les encontramos una enseñanza), las que tienen un final feliz, aquellas en las que triunfan los buenos, la justicia, el amor… Los valores universales.
Desenlace
Al final las historias llevan a «otras historias» y me he visto organizando una sesión de historias contadas y cantadas con familiares, alumnos y profes para los alumnos del Taller de Lectura. O incluyendo una en la presentación del acto de final de curso del instituto.
Las historias llenan y nos llenan, por eso siempre deben estar presentes, da igual la edad, da igual el tipo de alumno, todo da igual porque en ese momento se crea un ambiente único.
Foto original del Taller de historias contadas y cantadas.
Espero que te haya gustado este post, sí es así y quieres leer otros te recomiendo: Seis actividades orales…