por Berta Ocaña | Jul 11, 2018 | Materiales de Lengua y Literatura, Reflexiones
El anticuaderno ha resultado ser una de las mejores actividades de este curso 17-18. Mis alumnos han disfrutado mucho y yo con ellos y no sólo eso, hemos compartido experiencias y vivencias que de otro modo no hubiéramos hecho. El anticuaderno ha crecido y ha evolucionado con ellos y como ellos a lo largo del curso. Muchos de ellos lo nombran en la evaluación que hicieron de mí y de la asignatura como una de las actividades que más les ha gustado.


Y dicho esto… ¿de dónde salió la idea del anticuaderno?
El verano pasado regalé a un par de adolescentes el libro Destroza este diario. No sé cómo, pero a partir de haberlo regalado, me topé con otros libros similares a este, entre ellos Esto no es (sólo) un diario. Me picó la curiosidad por conocerlo, lo compré y… tuve una revelación: ese libro me serviría como base para una actividad nueva con mis alumnos de 2º de ESO. Así es que empecé a ojearlo y a elegir qué páginas me convendrían para lo que llamaría «Esto no es (sólo) un cuaderno de Lengua». A medida que iba analizando su contenido, me iban surgiendo ideas nuevas para ese «cuaderno distinto de Lengua».
Tengo que reconocer que, en principio, iba a ser bastante parecido al libro, pero luego… fue cobrando vida propia y haciéndose diferente del original. Casi sin hacerme consciente de ello, «Esto no es (sólo) un cuaderno de Lengua» pasó a ser «el anticuaderno».

Anticuaderno.
Pero ¿qué es el anticuaderno?
En un primer momento iba a ser un segundo cuaderno de Lengua con actividades entretenidas que se salían del currículo. Empezaron registrándose (como en una página web), haciendo un acróstico con sus nombres y sus gustos, hablando de sus metas (a raíz de una historia muy bonita sobre los peces koi, pero eso será el motivo de otro post… :-), de los imprescindibles en sus vidas… una ventanita a ese grupo de casi 60 adolescentes de 13-14 años con el que estaría todo el curso.


Pero el anticuaderno, como ya he dicho antes, fue creciendo, madurando, haciéndose independiente del libro de donde había sido ideado y empezó a plantear actividades propias, personales, cargadas de emociones, en donde cada uno ponía un poquito de sí mismo y, si quería, lo compartía con los demás en los minutos iniciales del comienzo de la clase. Así, ¡menudo comienzo! empezábamos con muchas ganas y con muy buen sabor de boca porque nos estaban dejando ver a todos un trocito de sus corazones.

Anticuaderno customizado.

Sueños.

Las 7 normas de tu reino.

Regalos de Reyes.

Carta a sus futuros hijos.

El árbol de mi vida.

Si fuera; carta extraterrestres.

Página libre.
Algunas de las actividades
Entre ellas, como se puede observar en las fotos anteriores, estaba hablar de sus mejores amigos, expresar sus sueños, establecer cuáles serían las siete normas de su reino, contar qué les han traído los Reyes, escribir una carta a sus futuros hijos; simbolizar en un árbol sus vidas, jugar al «si fuera», o en la página libre expresar su amor por su equipo favorito. De todo y para todos los gustos. Hemos compartido mucho, nos hemos reído con algunas payasadas, hemos llorado con algunas rupturas, hemos reivindicado, hemos pensado, deseado, soñado…
El anticuaderno se me escapó de las manos y dejó de ser una idea mía, para ser una creación colectiva, porque incluso me han sugerido algunas páginas que querrían que tuviera. Ahora que se habla tanto de educación emocional y de emociones, sin quererlo ni buscarlo, el anticuaderno ha sido un muestrario de las emociones de mis queridos adolescentes. ¡Cuánto he disfrutado escuchándolos! ¡Cuánto he aprendido de ellos!
¿En qué momento, cómo y para qué?
Sí, esto también es digno de ser explicado: ¿cuándo, cómo y para qué lo hacían?. Durante el primer trimestre era una actividad diaria. Comenzamos la clase con una historia y a continuación leíamos la tarea del día anterior y proponíamos una nueva. Los que terminaban lo que hubiera que hacer esa jornada antes de acabar la hora, podían ponerse con el anticuaderno, los que no, lo hacían en casa.
Al finalizar el primer trimestre algunos sugirieron que hiciéramos el anticuaderno menos días, que tenían mucha tarea, así es que pasamos de cuatro a dos días, en este caso, para poder recordarlo bien, los lunes y los viernes (primer y último día de la semana). Después volvieron a pedir fuera todos los días, pero decidí que con dos estaba bien. Lo bueno si breve…
¡Ah! He olvidado decir que el anticuaderno ha sido una actividad completamente voluntaria. Lo hacía quien quería y no repercutía negativamente en la nota, al contrario, el alumno que, a final del trimestre presentara el anticuaderno con (más o menos) todas las actividades hechas, podía obtener medio punto extra en la nota final del trimestre. Como todo, dime que es obligatorio y no lo hago, dime que es voluntario y lo hago. He tenido alumnos que tenían más páginas escritas en el anticuaderno, que en el propio cuaderno de Lengua 😉

Frases chulas.
¿Habrá anticuaderno el curso próximo?
¡Por supuesto! Reutilizaré muchas de las actividades de este año, pero también iré dejando que vayan surgiendo otras, que los alumnos las vayan inventando. Dejaremos que, como este año, el anticuaderno sea una ventana a esas almas adolescentes tan deseosas de ser ESCUCHADAS, que vuele, que crezca y evolucione a su aire, que sea nuestro emocionario particular…
Y no quiero terminar este post sin dar las GRACIAS muy grandes y expresamente a mis alumnos de 2º de ESO A y B de este curso 17-18. Gracias porque sin vosotros el anticuaderno no habría sido posible. Gracias porque le habéis puesto el corazón a cada palabra que escribíais y a cada dibujo que hacíais. También porque me habéis hecho emocionarme en muchos momentos (aunque no se haya notado) y me he sentido tremendamente orgullosa y afortunada de teneros como alumnos.
GRACIAS.

¿Qué te ha parecido el anticuaderno?

Tu idea mola.
por Berta Ocaña | May 22, 2018 | Materiales de Lengua y Literatura, Reflexiones
Hace mucho tiempo que no escribía un post y, la verdad, es que estoy encantada con volver con este: Bachillerato sin exámenes.
¿Cómo? Dirán algunos. ¿Que vas a evaluar 1º de Bachillerato sin exámenes? ¡Hereje! ¡Loca! ¡Inconsciente! ¡Floja!… Y multitud de calificativos más. Aún así, lo estoy haciendo y estoy muy contenta con el resultado y con el cambio de metodología.

Imagen libre de derechos tomada de Pixabay.
Pero ¿de dónde surgió la idea?
He de decir que llevaba ya un tiempo dándole vueltas a cómo dar las clases de otra manera porque llevarme una hora hablando y los alumnos escuchando, a mí me aburre, así es que imagino que a ellos más. Además, es un proceso de enseñanza donde el papel del alumno es totalmente pasivo y creo que eso ya está desfasado. No va con el tipo de chavales que tenemos hoy en día.
Un fin de semana, una de mis mejores amigas, también profe, aunque de filosofía, me contó que estaba evaluando a sus alumnos con juegos, ginkanas y otros instrumentos distintos del examen. Desde ese momento, esa semilla que tenía dentro de mí empezó a crecer y, como siempre me pasa, se desbordó, no ya en una idea, sino en un hecho, en la certeza de que eso lo tenía que probar yo. Así es que me puse manos a la obra.
¿Cómo le fui dando forma?
Al principio leí mucho sobre sistemas de evaluación alternativos: portfolios, dianas de evaluación, diarios de aprendizaje… Todo me parecía interesante, pero ninguno terminaba de convencerme del todo. Al final decidí que el porfolio era lo que más se iba a adaptar a lo que yo quería hacer en clase. (Para saber un poco sobre estas técnicas: http://blog.tiching.com/otras-formas-evaluar-mas-alla-del-examen/)
¡Ah! Una cosa, desde siempre tuve claro que la experiencia la iba a realizar con 1º de Bachillerato. Iba a evaluar Bachillerato sin exámenes porque el grupo que tengo este año es pequeño y eso me permitía experimentar; porque es un grupo trabajador, con lo que la nueva metodología no haría aguas desde el principio y… porque son mi debilidad de este curso y tenía que ser con ellos. El otro detalle positivo es que al estar casi al borde del tercer trimestre podría implementar esta metodología en un trimestre completo.
Una vez tomadas las decisiones…
Una vez tomadas las decisiones tenía que empezar a preparar materiales y a idear cómo desarrollaríamos cada parte del temario y de qué manera la evaluaríamos. Tenía muy claro que la coevaluación sería uno de los puntos fuertes de esta apuesta. Creo firmemente y, además lo estoy comprobando de forma práctica, en que el hecho de ser evaluado y evaluador, el tener que asumir los dos roles, ayuda a ser conscientes de los errores de los demás y, por supuesto, de los propios. Sí, SER CONSCIENTES, porque de un examen que corrige el profesor y que entrega al alumno sin que este realice un ejercicio de autoevaluación, no se suele sacar nada más que una nota, pero no un aprendizaje real.
La elaboración de materiales o fue complicada, eso siempre es fácil, reutilizas documentos de otros años, empleas lo que otros compañeros comparten generosamente por la red… A lo que sí tuve que darle forma es a ¿cómo materalizaría la teoría de los apuntes en algo práctico? Con comentarios de texto, con visual thinkings, con fichas bibliográficas, con análisis sintácticos con apuntes, con exposiciones orales, con argumentaciones y reflexiones escritas, con un booktrailer… Los recursos son muchos.
¿Y de dónde saldría la nota? De la evaluación con rúbricas, de la coevaluación, de la observación directa, de mis propias correcciones… Pero la nota es lo de menos.

Imagen libre de derechos tomada de Pixabay
¿La nota es lo de menos?
Esto es lo que me está costando más trabajo cambiar. Si tú propones a tus alumnos que los evaluarás sin exámenes, te contestan que sí encantados, aunque así tengan que trabajar más. Pero la importancia que durante mucho tiempo le hemos dado a la nota está arraigada en ellos como una mala hierba y decirles ahora que lo que importa es que aprendan y avancen y no que saquen de un cinco en adelante, no les cuadra. Pero, bueno, estamos en ello.
¿Está sirviendo de algo? ¿El cambio es productivo?
Yo creo que sí. Ellos están trabajando más. Yo estoy trabajando más. Están aprendiendo a ser más críticos con su trabajo. Estoy aprendiendo a desvincular nota y aprendizaje. Están aprendiendo a aprender. Estoy aprendiendo a enseñar de otra forma y a no ser yo la protagonista, sino ellos. Evaluar Bachillerato sin exámenes está siendo toda una aventura para mí. Ahora habría que preguntarle a ellos: ¿Qué opináis?
por Berta Ocaña | Mar 1, 2018 | Reflexiones
¿Qué es la Literatura? ¿Qué es el arte? ¿Qué es la cultura?
Desde hace unos días le estoy dando vueltas a la cabeza a estas y otras preguntas a raíz de la estupenda charla que vino a dar a mi instituto Silvia Hidalgo, autora de Dejarse flequillo. ¿Qué es la Literatura? ¿Y el arte? ¿Y la cultura?
La verdad es que no suelo escribir muchos posts sobre mis reflexiones,
pero esta vez me apetecía hacerlo y dedicárselo a mis alumnos. A todos, en general, y a algunos en particular. (Seguro que estos segundos se verán reflejados en lo que voy a contar de una u otra manera)
En la facultad tuve un profesor diferente. Muy criticado por su modo de impartir clase y sobre todo por su manera de ver la Literatura y de hacerla. Pero a mí me abrió los ojos. Al menos me enseñó a ver que la Literatura no es sólo lo que siempre nos habían mostrado a través de un pequeño agujerito. Fuera de este había un mundo artístico mucho más amplio, heterodoxo, subversivo, feo, diferente, creativo, sorprendente… que también forma parte del arte, de la Literatura. Preguntándonos al estilo becqueriano ¿qué es la poesía?, nos enseñó que «poesía es todo aquello que se propone como tal»
Poesía es todo aquello que se propone como tal.
Todavía resuena en mi cabeza la dichosa frasecita. Menudo loco, menudo poeta. Y es que ahí radica el secreto. El arte, la Literatura, la cultura son mucho más de lo que nos han dicho y de lo que nos marcan los ortodoxos, los que tanto saben de todo esto. Literatura puede ser un poema de Marwan. Literatura puede ser una de las imágenes de Chema Madoz o de Joan Brossa (poemas visuales). Literatura puede ser el romance al chorizo de uno de mis alumnos.
¡Claro! ¡Venga ya! Tenemos que abrir horizontes, no cerrarlos. Tenemos que enseñar que la creatividad no tiene fronteras y que hay belleza en lo feo; que es arte lo que no entendemos y lo que no nos gusta. Quitémonos ya las anteojeras y, sobre todo, quitémoselas a aquellos todavía jóvenes a los que les queda tanto por ver y aprender…
Con todo esto no quiero menospreciar la poesía de Bécquer, la pintura de Murillo, las novelas de Galdós. ¡No! Ni mucho menos. Los clásicos están ahí porque el tiempo los avala y porque su calidad es incuestionable, pero no siempre fueron clásicos e incluso en su momento, tuvieron detractores y a muchos no les gustó. Yo he crecido con los clásicos: me he leído El Quijote varias veces; me encantaban los «novelones» de Benito Pérez Galdós; disfruté como una enana leyendo La Celestina; Delibes fue el primer autor de «adultos» al que leí con apenas once o doce años. Pero cuando descubrí a Borges, a Cortázar, a Baricco, a Picasso, a Kandinsky, a los vanguardistas, a Galeano, a Chema Madoz, a Joan Brossa, a la poesía visual, al arte abstracto, el slam, el spoken Word, la música de World’s End Girlfriend… el mundo se amplió, inabarcable ante mis ojos.
El mundo se amplió, inabarcable ante mis ojos.
Y de esto hablaba Silvia Hidalgo en la charla que antes he mencionado. De que hay muchas formas de cultura
y de Literatura y de que no debemos sentirnos mal ni menos listos ni menos cultos por consumirlas. Lo importante es acercarnos, acercarse al arte en cualquiera de sus formas, estilos, movimientos, formatos o manifestaciones. ¿Qué más da? Hay que leer. Hay que ver cuadros. Hay que escuchar música. Hay que sentir el arte, la Literatura. «Te veo», como dicen en Avatar, «Tat twam asi» que dice el Hinduismo. Da igual cómo se diga porque el caso es ver y enseñar a ver.
Galeano lo refleja muy bien en uno de sus relatos de El libro de los abrazos:
“Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla. Viajaron al Sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre: -Ayúdame a mirar”.

Tenemos que ayudar a mirar a otros que no saben y para eso no podemos mostrarles el mundo a través de un pequeño agujero. Tenemos que saber ver para poder enseñar a ver.
El otro día una alumna me enseñaba una disertación que había hecho para Filosofía en la que se cuestionaba el sentido de la existencia. Para ella la respuesta a esta reflexión vital estaba en el arte. El arte nos salva. Cualquier tipo de arte. Cualquier género. Y me preguntó que cuál era para mí el sentido de la existencia (malditos y adorados adolescentes que hacen preguntas que los adultos a veces no sabemos ni contestar) y entre el galimatías que me salió en aquel momento, estaba el arte, estaba la Literatura.
Después lo
he pensado mejor y sí, no es lo único, pero mi vida tiene sentido porque existen los libros, la Literatura. Porque mi madre me llevaba desde muy pequeña a la librería, con el dinero que me habían dejado los Reyes y comprábamos libros. Porque mi abuela me recitaba «Margarita está linda la mar y el viento» y el poema del «pollo tuerto» y se inventaba sus propios poemas y canciones. Porque mi profesora de Literatura del colegio me apasionó aún más por la lectura y por la escritura y me dio a conocer a Cortázar, a Borges, los caligramas… Porque mi profesor de la facultad me brindó la oportunidad de conocer un mundo literario subversivo. Porque muchos amigos me han hecho descubrir autores y libros imprescindibles.
Y no soy feliz gracias a ellos o mi vida tiene sentido sólo por ellos, pero sí soy un poco más feliz porque existe la Literatura y sí tiene algo más de sentido la vida porque el arte la llena.
¿Poesía o reggaetón?
Me gustaría hacer un guiño a algunos de mis alumnos (bueno, y a los que no lo son) con uno de los millones de test que llenan últimamente las redes sociales. No suelo hacerlos porque me parecen chorradas, pero este me pareció divertido y creo que más de uno se sorprenderá al hacerlo: ¿Poesía o reggaetón?
«Desmayarse, atreverse, estar furioso…» de Lope de Vega o «Ella me peina el alma y me la enreda» de Alejandro Sanz. ¿Qué más da? Ambos fueron concebidos como arte y, por tanto, lo son. Son poesía, son palabras, son vida. Son arte. Arte del que salva, nos libra de la ignorancia, nos hace estar en el mundo, nos completa, nos rebosa, nos enfada, nos sorprende, nos cuestiona, o simplemente nos gusta.
No pongamos límites al horizonte y concibamos la cultura en toda su grandeza y amplitud. Animemos a nuestros adolescentes y jóvenes a acercarse a la cultura en cualquiera de sus formas. Enseñémosles los clásicos y aceptemos a Marwan o a Defreds también como referentes culturales del siglo XXI. Una cosa no quita la otra.
Si quieres leer otra de mis reflexiones, pincha aquí.
por Berta Ocaña | Mar 24, 2017 | Reflexiones
Este post va a ser diferente. No voy a hablar de actividades, quiero hablar de emociones. Ya hablé sobre ellas y quiero insistir: hay emociones en las aulas.
A veces entramos en clase con prisas, con la idea de que tenemos que dar muchas cosas y que no tenemos tiempo. Pensando en cómo se portará Fulanito hoy o si Menganito no habrá venido para liarla. En que tengo que corregir, poner notas, preparar actividades. ¡Uf! Estoy castigada en el recreo y después tengo una reunión… No voy a tener tiempo de desayunar. Los de 4ºZ no han estudiado nada y no saco nada de ellos…
Lo queramos o no, a veces, muchas veces, este es nuestro día a día. Y nos olvidamos de lo esencial: los profesores somos personas y nuestros alumnos son personas.
Sí, somos personas… ¿y qué?
Pues que SENTIMOS, que estamos vivos, que tenemos vida tras nuestras fachadas. Y cuando los sentimientos, las emociones se dejan entrever en las aulas… ¡Buf! ¡Qué momentos podemos llegar a vivir! Esos que se salen de los límites de la asignatura y en los que puedes acariciar el corazón de tus alumnos.
Hay emociones en las aulas
Hay emociones en las aulas.
Hay emociones cuando ves que un grupo de alumnas se organiza para poner en marcha una campaña en defensa de los derechos de las mujeres. (Y pide permiso para hacerlo)

Hay emociones cuando preparas una actividad en la que a partir del sabor de un caramelo y de una música relajante (Yiruma, increíbles piezas de piano), tienen que escribir un recuerdo, un sentimiento… y ves que algunas alumnas se emocionan hasta algo más de saltárseles las lágrimas.
Hay emociones cuando al acabar una clase y hacer uno de nuestros teatros improvisados, te dicen: «¡Maestra! ¡Qué pechá de reír en la clase de hoy!»
Hay emociones cuando antes de entregarte un trabajo te dicen que les ha encantado hacerlo. Que han disfrutado mucho con este.
Hay emociones cuando los ves reír. Cuando arrancan en aplausos. Cuando alaban el trabajo de otro compañero. Cuando disfrutan.

Emociones en las aulas
Hay emociones cuando ves brillar ojos, cuando te cuentan una anécdota de su vida personal, cuando se interesan por ti. Hay emociones cuando los ves superarse, cuando antiguos alumnos te dicen que te echan de menos. Cuando, aunque sólo sea por eso, te dicen que estas en el top 10 de profes por darles un caramelo.
Hay emociones cuando te buscan por los pasillos sólo por venir a charlar contigo. Hay emociones cuando se enfadan por quitarles un examen porque ya están fuera de tiempo.
Hay emociones y eso… es maravilloso.
por Berta Ocaña | Ene 25, 2017 | Materiales de Lengua y Literatura, Otros, Reflexiones
Visual Thinking
Hace algo más de un año, no sé cómo ni a través de qué, pero di con un concepto, «visual thinking», que me pareció interesante y del que empecé a investigar.
Había muy poco escrito en español (o nada) sobre visual thinking o pensamiento visual. Así es que para poder conocer un poco mejor de qué iba eso me leí un libro en inglés The Sketchnote Handbook de Mike Rohde, que fue toda una revelación para mí y para mi práctica docente.
¿Por qué The Sketchnote Handbook fue tan revelador?
Este libro me abrió los ojos al interesante mundo no del dibujo, sino de lo visual en toda su amplitud. Y aprendí dos cosas. Bueno, realmente aprendí muchas más, pero estos tres descubrimientos han sido la base con la que he empezado a emplear el visual thinking en mis clases:
- Cualquier idea o concepto son susceptibles de ser dibujados.
- Para trabajar el pensamiento visual no es necesario saber dibujar.
Además de esto, el libro es una joya porque muestra qué es el visual thinking y cómo comenzar a dibujar desde lo más básico y, sobre todo y para mí lo más importante, desde la práctica. Aprendí qué era el visual thinking a través del visual thinking.
¿Y qué cambió después de leer el libro?
Cambió mi mentalidad: me di cuenta de la importancia de lo visual en cualquier campo, área, materia…
Me entraron más ganas de seguir aprendiendo sobre esto leyendo otros libros: Tu mundo en una servilleta, de Dan Roam; o haciendo un curso gratuito a través de WhatsApp sobre dibujo simbólico (al que se puede acceder a través de la página web: xiubid y que recomiendo tan fervientemente como el libro de Mike Rohdes)
Comencé a experimentar incluyendo el pensamiento visual en mis clases.
Cómo aplicar el Visual Thinking en el aula.
Como siempre, comencé experimentando, probando y, por supuesto, haciendo partícipes y protagonistas de esto a mis alumnos.
El curso pasado, con mis grupos de 1º de Bachillerato hice que todos los alumnos esquematizaran una parte de un tema de Literatura que les fue asignado combinando palabras y dibujos. Tuve que escucharlas protestas de mis alumnos diciendo que no sabían dibujar, que era muy difícil, que no sabían cómo dibujar algunas cosas, y bla, bla, bla… Pero, a pesar de sus reticencias, lo hicieron y en general bastante bien. Creo que estos esquemas visuales fueron muy útiles porque una vez trabajado el tema de Literatura a través de vídeos, cuestionarios, explicaciones y correcciones, los alumnos que habían tenido que realizar el esquema visual del tema debían exponerlo a toda la clase, con lo que los contenidos quedaban más que explicados y machacados.
Este año, ya en 2º de Bachillerato, los mismos alumnos también están resumiendo los temas a través de visual thinking y mi sorpresa ha sido monumental. ¡Cómo han mejorado a la hora de expresar visualmente los conceptos! ¡Cómo ha evolucionado su creatividad! ¡Qué orgullosa me siento de ellos!
Pongo aquí algunas muestras de lo que van dibujando.

Otras formas de incluir el Visual Thinking en clase
- Pidiendo que dibujen algunos conceptos que se les escapan de su vocabulario cotidiano: antirromanticismo, arte puro… (4º de ESO)
- Proporcionando yo los visual thinking del tema que tienen que aprender. (4º de ESO)
- Explicando textos narrativos a través de dibujos (2º de ESO)
- Confeccionando jeroglíficos. (2º de ESO)
- Elaborando textos con pictogramas. (2º de ESO)
- Resumiendo capítulos de libros con dibujos. (1º de ESO)
- Haciendo trabajos empleando aplicaciones donde prima lo visual: Storyboard That, Thinglink… (2º de ESO, 2º de Bachillerato)
- Completando mis explicaciones con dibujos. (2º de ESO)
Esto es solo una muestra y el principio, pues pretendo seguir mejorando mis clases y mis explicaciones incluyendo el aspecto visual cada vez que pueda.
¡Ah! Una anécdota, yo no tengo el don del dibujo, pero le echo cara y hago lo que puedo. Mis alumnos de 4º están encantados con el visual thinking que les he proporcionado sobre el Novecentismo y las Vanguardias, han llegado a preguntarme si lo he hecho yo, y a decirme que está precioso.

por Berta Ocaña | Jun 17, 2016 | Reflexiones
Pues sí, puede haber emoción en la clase de Lengua. Puede haber lágrimas de risa y de sentimiento. Yo hoy las he conseguido. Y ha sido el mejor regalo de final de curso que mis alumnos han podido hacerme.
Hoy llevaba preparadas dos cosas especiales para hacer, en 2° de ESO, aunque no creía que fueran a resultar tan bien como lo han hecho.
¿Sabéis lo que ha creado emoción en mis clases?
Hoy llevaba pensado un teatro improvisado (ya he hablado de él en http://nuestraspalabrassonmagicas.com/actividades-expresion-oral-teatro-improvisado-la-caja-las-historias/), bueno, para ser sincera llevaba pensados dos, por si acaso uno no daba de sí mucho, tenía otro. Para el teatro improvisado siempre llevo pensada una situación, que se va desarrollando en la clase en función de lo que responden mis alumnos y cómo responden. En la primera situación un director de orquesta francés muy engreído, ponía a todo un conjunto de músicos y cantantes a montar un espectáculo donde todos tenían una función. Ha sido divertido porque la responsable española de los músicos ha querido sublevarse y brillar más que el pretencioso monsieur Harí Haró, cosa que este no ha permitido bajo ningún concepto.
En el segundo teatro improvisado ha vuelto Anselma, la mujer que iba a Choricillo del Campo en el primer teatro que hicimos. Ha bajado del autobús hy ha ido a Mercadona a comprar. Hasta ahí era lo que llevaba pensado, hemos terminado asistiendo al parto de trillizos de Joaquina, la mujer de mi primo Josemari, con bautizo incluido. Nos hemos reído un montón, se ha creado un momento de locura controlada que nos ha llevado a esa situación surrealista y tan divertida. Y al finalizar la clase, la reacción de una de mis alumnas:
«Maestra, si ya tenía claro que la asignatura de Lengua es la mejor, después de hoy no tengo ninguna duda. ¡Es la mejor!»
¡Qué satisfacción escuchar eso de una chiquilla de apenas catorce años! Solo por romper un rato con la monotonía de las explicaciones, fomentar la expresión oral improvisada y reírnos mucho.
¿Y en qué ha consistido el segundo momento?
El segundo momento de emoción del día ha sido con la otra cosa especial que llevaba preparada: una carta de despedida para mi otro grupo de 2° de ESO. Un grupo que a principio de curso era mi cruz y mi condena y que con el paso del tiempo hemos conseguido (entre ellos y yo) establecer una relación muy especial: he disfrutado con ellos explicando, corrigiendo, inventando… y conociéndolos y acompañándolos en un trocito del camino de sus vidas. Porque detrás de cada uno de ellos había una vida y una persona más allá de un mero alumno.
Ha sido una carta emotiva, donde había un mensaje para todo el grupo y mensajes particulares para cada uno de ellos. Una carta acompañada de música de fondo del gran Yiruma. Una carta que, me ha hecho emocionante y quebrar la voz en un momento de su lectura. Una carta que ha provocado lágrimas, pero de alegría y de emoción. Una carta que ha terminado con un silencio de emoción como nunca había visto.
Una carta que ha hecho que una de las alumnas a las que más he intentado apoyar y acompañar, se haya acercado a mí y, con toda la espontaneidad y el cariño del mundo, me haya dado un abrazo.
Así es que… ¿puede o no haber emoción en una clase de Lengua?
